




Fue un éxito. Oscar de la academia a la mejor banda sonora. Giorgio Moroder fue el antecesor de la música dance aplicada al cine. "La historia interminable". Alan Parker sabe hacer musicales espléndidos pero, cuando dirige dramas, se le van de las manos. Oliver Stone es su guionista, y ya sabemos cómo se las gasta. Pólemica y dólares. Si le quitamos esa significación a los años 80, y a esta película, tenemos una gran interpretación.
Prisión, monasterio, claustro, cueva...
México DF, La Habana, Medellín o Buenos Aires son los inmensos decorados por donde transitan personajes de toda índole. Sus vidas se entrecruzan a base de colisiones fortuitas. La fragmentación argumental cobra sentido.
La ciudad se vuelve irreconocible tras una larga ausencia. El protagonista no se resigna y visita la casa donde transcurrió su infancia. Pero la fachada se baña con la sangre de un joven sicario. Poco antes sonaba un pasodoble paradójico: "Francisco Alegre".
El malestar urbano es responsabilidad de los arquitectos e Internet un arma para combatirlo. La ciudad se rebela.